Cuando decidimos ir a Myanmar nuestras expectativas eran altas ya que algunos amigos nos habían mencionado que le consideraban el país más auténtico del sudeste asiático. Y no nos decepcionamos. Durante las 3 semanas que estuvimos allí en enero de 2016 conocimos a lugares increíbles, tanto en términos de arquitectura como de belleza natural, una riqueza cultural muy grande y menos globalizada, un turismo menos masivo que el de sus países vecinos, pero a la vez con todos los servicios necesarios disponibles de forma fácil (como transporte, atracciones, buena comunicación en inglés, conexión a internet lenta pero fácil de encontrar). Conocimos también a personas increíbles, tanto locales como otros viajeros, que hicieron con que nuestra estancia allí fuera aún más especial.

Nuestro viaje por el país empezó en Yangon, su mayor ciudad. Con más de 4 millones de habitantes es una ciudad gigante que parece bastante más pequeña, parece que se ha parado en el tiempo. En centro de la ciudad se ven varios edificios viejos y poco cuidados, otros abandonados. Coches y autobuses antiguos. Mucha basura en la calle y bastante pobreza. Hay hombres escupiendo un líquido rojo, especie de tabaco, en el suelo todo el tiempo. El choque cultural fue grande y necesitamos un poco de tiempo para acostumbrarnos con el lado feo y empezar a ver la belleza del lugar.

Yangon es también una ciudad muy segura y que abriga a Shwedagon Paya, el templo budista más impresionante del país. Según la guía de Lonely Planet, está “adornado con 27 toneladas de oro, además de millares de diamantes y otras piedras preciosas”.

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En el templo resulta interesante sentarse y observar la devoción de sus visitantes. Si ya has estado en el norte de Tailandia has podido darte cuenta de la importancia de la religión budista allí, pero en Myanmar esto es todavía más fuerte y evidente. Hay centenas de templos incluso en las ciudades más enanas. Todos los chicos a los 8 años de edad se hacen monjes (novicios) durante aproximadamente un año, y después, cuando son adultos deben hacerse monjes otra vez más. Aunque no sea obligatorio para las chicas, muchas eligen seguir este mismo camino. Los hombres llevan ropa de color rojo, y las mujeres visten rosa. En la última ciudad que hemos visitado, Mandalay, hemos podido ir a una escuela y ver a muchos niños con sus ropitas de monje.

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Algo que también nos llamó la atención fue como la gente solía ir vestida, menos occidentalizado. Las mujeres son muy elegantes, la mayoría se pone conjuntos de blusa y falda larga hechos desde la misma tela y cosidos a medida. Otra curiosidad es que todas sin excepción utilizan una especie de crema beige claro en la cara (como protección solar e hidratante).

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Los hombres suelen llevar un tipo de falda larga (longi). Y lo llevan tanto de manera más formal, con camisa de manga larga para ir a trabajar en una oficina, como con camisetas. En algunos templos los turistas que no tienen las piernas cubiertas deben alquilarse un longi.

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En la ciudad no se ven muchas tiendas de ropa, sin embargo, en el mercado de Yangon (Bogyoke) existen centenas de modistas que ofrecen sus servicios a un precio bastante asequible (un conjunto de blusa y fada hechos a medida podría costar unos 15 dólares).

Además de visitar a los principales templos de la ciudad hemos hecho otros paseos interesantes como viajar por la línea circular del tren  y visitar al lago Kandawgyi. Ambos paseos son muy interesantes para observar y aprender sobre el día a día y las costumbres de la gente de Myanmar.

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De Yangon nos fuimos hacia el interior do país a una pequeña ciudad en las montañas llamada Kalaw donde empezaríamos nuestro trekking de 3 días hasta Inle Lake.  Kalaw es muy agradable y un buen sitio para descansar por 1 o 2 días. Allí hemos visitado a un templo que está dentro de una cueva, me pareció un buen sitio para meditar. El señor que cuidaba del templo era bastante cariñoso jaja, nos ha abrazado a los dos y nos pidió para sacar una foto con él.

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El trekking hasta Kalaw fue sin duda una de las experiencias más sorprendentes que ya tuvimos y fue también cuando nos enamoramos por el país. Han sido 3 días y 2 noches de viaje pasando por paisajes increíbles, bosques y campos de diferentes tonalidades, pueblos de pequeñas tribus campesinas que hablan sus propios dialectos, durmiendo en casas de bambú y escuchando a través de nuestro guía, historias sobre las costumbres, sobre el pasado de Myanmar y conociendo a las grandes expectativas respecto al primer gobierno democrático después de 50 años de dominio militar que justo acaba de ser instaurado en el país.

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Hemos visto fotos de Aung San Suu Kyi, líder del partido elegido y ganadora del premio Nobel de la Paz en 1991, en muchos restaurantes y tiendas que visitamos por el país.

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Nuestro destino final fue lnle Lake y su ciudad flotante. Nos alojamos en la ciudad y el día siguiente hicimos un viaje en canoa con una pareja adorable de canadienses que hemos conocido en el trekking, Asta y Leslie. Conocimos diferentes tiendas de artesanía, un templo flotante, vimos una escuela, los correos, un centro de salud, restaurantes, todo accesible solamente por barco.

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Nuestra siguiente parada fue Bagan, donde llegamos a través de una emocionante y trepidante jornada de 12 horas de autobús nocturno. Bagan es deslumbrante, con más de 4000 templos, muchos en ruinas, pero otros muy bien conservados. Durante dos días alquilamos bicicletas y salimos a explorar los templos. Ver el nascer del sol con las distintas tonalidades de colores formados por la niebla, entre los templos, a la vez que los globos van subiendo al cielo es un gran espectáculo.

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En este momento yo (Mariana) ya estaba sufriendo bastante con el polvo y decidí comprarme una máscara quirúrgica para andar en bici por las calles polvorientas de allí. Ya sé, un poco rara, pero me resultó muy útil ☺

Desde Bagan hicimos un paseo en táxi al monte Popa, un templo que está en la cima de una colina.

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Nuestro último destino fue la ciudad de Mandalay. Mandalay es interesante principalmente como base para explorar los alrededores y conocer a las pequeñas ciudad próximas de allí que fueron antiguas capitales del país.

Nuestro viaje a Myanmar nos ha dejado huella y después de estas 3 semanas dejamos el país con una mezcla de sentimientos, las ganas de quedarnos más (para conocer a otros sitios  como Hsipaw) y las de irnos y volver a tener ciertos lujos (como comida occidental e internet que no tardara más de 10 minutos para ver un email). Es sin duda un país al que nos encantaría volver.