El día 11 de diciembre de 2015 empecé un curso de meditación Vipassana en Wat Ram Poeng, un importante templo budista en la ciudad de Chiang Mai, que durarían 10 días. Fue sin duda una de las experiencias más auténticas, interesantes y desafiantes de mi vida.

Reglas como no hablar con otros estudiantes, no utilizar el móvil o cualquier otro medio de comunicación, comer solamente entre las 6:30 de la mañana hasta el mediodía, despertarte a las 4 de la mañana para meditar, hacían parte de nuestra rutina. Y pese lo difícil que parecía cumplirlas al principio, ha sido razonablemente rápido acostumbrarme a ellas y entender que algunas eran de gran ayuda para tener menos estímulos y mejorar la concentración.

El gran desafío era enfocar mi atención a la hora de meditar (en la respiración para la meditación sentada y en el movimiento para la meditación caminando), no hacer caso a los pensamientos y reflexiones, y durante los primeros días, lidiar con el dolor de estar sentada en la misma posición por mucho tiempo.

Templo - 5 of 18.jpg
Biblioteca del templo, donde pasé horas meditando

Templo - 6 of 18.jpg

Durante toda mi estancia fui consciente de la suerte que tenia de poder convivir y experimentar un poco del estilo de vida de los monjes. Y un sentimiento de admiración y curiosidad por el budismo empezaron a crecer dentro de mi (entre otras cosas dado a la racionalidad en la aplicación de sus principios y tolerancia hacia otras creencias). Sin embargo, hubo momentos donde pensé que la meditación no funcionaría para mí y que no seria capaz de completar los 10 días.

Templo - 12 of 18.jpg
Los monjes antes de recibir su comida del día
Templo - 11 of 18.jpg
Cerimonia en el templo

Me siento muy feliz por haber insistido y llegado al final, no solo por el sentimiento de superación, pero principalmente porque fueran durante los últimos días donde pude asimilar cosas que tuvieron bastante sentido para mí y cuando noté una mejora significativa al meditar.

 

Los primeros días

En el primer día conocimos el templo, aprendimos las técnicas básicas de meditación y participamos de la ceremonia de iniciación. En esta ceremonia aceptas los 8 preceptos budistas que deben ser seguidos durante tu estancia en el templo:

– No matar: cucarachas y mosquitos incluidos! No parecía una regla difícil de cumplir, el templo es bastante limpio y no había muchos mosquitos. Sin embargo, en mi segundo día, olvidé una taza con restos de leche en mi habitación. Cuando volví, había muchas hormigas dentro…   Tuve que fregarla y algunas murieron ahogadas 😦 Mal muy mal…

– No coger lo que no te lo dieron

– No tener ningún tipo de comportamiento sexual. Todos los alumnos llevaban ropas blancas y durante los desayunos, comidas y ceremonias, hombres y mujeres se sentaban en lados opuestos. Todo para evitar cualquier sentimiento de atracción.

– No mentir

– No consumir alcohol o drogas

– No comer fuera del horario establecido (después del medio día o antes de las 6:30am)

– No bailar, cantar, escuchar música, llevar perfumes o cosméticos.

– No dormir en camas lujosas

En el primer día también aprendimos como seria nuestra rutina en el templo: despertarnos a las 4h de la mañana y meditar hasta las 6:30h que era cuando sonaba la campana para el desayuno. Después del desayuno teníamos que echar una mano con la limpieza del templo y a las 8h volver a meditar hasta las 10:30h, que era cuando parábamos para comer. Después de la comida teníamos tiempo para ducharnos y volver a limpiar el templo. A las 12, 12:30 volvíamos a meditar hasta las 22h, con una única pausa sobre las 17h para una tutoría con el profesor.

Nuestro profesor era el abbot, la figura más importante del templo, un señor muy simpático y amable, que todos los días hablaba individualmente con cada alumno. Por cierto, me pareció increíble el tratamiento que recibimos, considerando que el curso se mantiene solo con donaciones (en el último día haces una donación). A parte del seguimiento individual, cada alumno tiene su propia habitación y nos dan todas las comidas (desayuno, comida y algún alimento líquido por la tarde, como leche de soja o sopa). Ropas blancas, ropas de cama, toalla, alarma, etc te lo prestan allí a un precio bastante asequible.

DCIM100GOPROGOPR5931.
Habitaciones de las chicas
DCIM100GOPROGOPR5925.
De blanco, lista para empezar el curso

Esto no es un curso de religión y está realmente enfocado en la meditación, que nos enseñaron de manera bastante práctica. Leer o teorizar sobre ella no es importante, ellos creen que la práctica es el único camino para mejorar. Salvo la ceremonia de iniciación, los únicos momentos en que hablaban sobre la religión budista, eran durante las comidas.

Templo - 8 of 18.jpg
Desayunando con los monjes

Antes de comer, todos: monjes, alumnos tailandeses (la mayoría) y alumnos extranjeros, teníamos que leer juntos los textos sobre a contemplación de la comida. A mí personalmente me gustaba mucho participar en este ritual, era cuando mi inmersión en este mundo tan distinto del mío se volvía aún más evidente y me sentía muy grata por haber sido acogida y bienvenida allí. Era muy agradable oír la dulce y a la vez roca voz de un monje mujer que nos lidiaba en estas lecturas. Había una hoja con los textos en tailandés y con su traducción al inglés. Entre otras cosas, decían que los alimentos deberían ser ingeridos únicamente para el nutrimiento del cuerpo y sin exageración.

Templo - 7 of 18.jpg
Textos para contemplación de la comida

En el primer y el segundo día no tuve mucha suerte con la comida, y algunas fueran bastante difíciles de tragar. Pensé… “seguro que hacen esto para ayudarnos a que no sintamos placer”. Con el tiempo probé comidas más sabrosas, incluso nos dieron algunos dulces como donuts y tarta de chocolate. Entendí que el placer por la comida sí estaba permitido y que era simplemente una cuestión de paladar. Comidas de comedores no suelen ser muy buenas, menos aun con sabores tan distintos a los que estamos acostumbrados. Lo que hice fue seleccionar más lo que comía en lugar de probar todo lo que veía por delante, y comprar algunas cosas como galletas y yogures en la tienda del templo para complementar. Así estaba más feliz con la comida y no sobraba nada que tirar.

Después de 3 o 4 días

Algunos días después de haber llegado al templo ya me había adaptado a algunas cosas como no tener tanta hambre por la tarde, no tener tanto sueño al despertarme y disminuir la ansia por hablar con otras personas dentro y fuera del templo. Poco a poco me di cuenta de que mi cabeza estaba “más vacía” y que era más fácil centrar la atención en lo que debería.

Me puse muy contenta cuando aprendí a sentar sin moverme. En los primeros días tenía mucho dolor y me parecía incomodo cuando mis piernas adormecían, las movía muchas veces hasta el final del tiempo de meditación (en este momento estaba haciendo unos 25 minutos por posición, empezamos con 15). Así que decidí dejar mis piernas adormecieren y no moverlas, a partir de ahí empezó a ser mucho más fácil. En algunos momentos ellas se quedaban completamente dormidas y experimentaba la sensación esta de hormigueo (que odio) al final. Muchas veces pese a que perecían estar dormidas, ya no hormigueaban ni me dolían.

El séptimo día

Esperaba que cuando llegara ese momento ya estaría súper enfocada durante la meditación y más segura/confiada. Sin embargo, no sentí mi evolución en el curso de forma lineal. Habían momentos en que podía centrarme más y otros menos.

A cada día los tiempos de meditación (tiempo en cada posición o total de horas realizadas al día) aumentaban. En el séptimo día empecé a tener dolores en la espalda, y también estaba frustrada por no conseguir enfocar la atención como debería durante y fuera de la meditación (se supone que aunque no estés meditando, debes enfocar la atención en lo que estás haciendo, por ejemplo, si estas comiendo algo tu pensamiento debe estar enfocado en el movimiento de masticar, en sentir el sabor, en tragar, sin pensar en otras cosas… la atención debe estar 100% en el momento presente).

Ese día me sentí triste y frustrada. Y hablé con el profesor que posiblemente no sería capaz de llegar al final del curso. Yo no esperaba que el fuera menos exigente conmigo, al final, porque merecía esforzarme menos que los demás estudiantes? No era justo. Pero él se mostró comprensivo y aceptó mis dificultades mejor que yo misma. Como siempre aumentó el tiempo de meditación para el día siguiente, pero me dijo que debería tenerlo como objetivo más que una obligación. Dejé su salón más aliviada, y en aquel momento sentí que finalmente sería capaz de estar hasta el final.

DCIM100GOPROGOPR6015.
Participando de la cerimonia al rededor de la pagoda

El día siguiente tuvimos una charla con un monje mujer, se llamaba Bhikkuni Aggañani. Fue como un regalo. Nuestra tutoria con el profesor estaba bastante enfocada en las actividades de meditación realizadas y los objetivos para el próximo día. Pero durante esta charla pude entender mejor sobre el proceso de aprendizaje de la meditación y obtener respuestas sobre algunas dudas que tenía sobre meditación y budismo. Ese día leí algunos textos sobre el budismo que estaban pegados en una pared. Empecé a reflexionar un poco (la verdad, eso era algo que no podría hacer allí, ya que debería estar enfocada solamente en meditar!!) y a entender algunas cosas sencillas pero que tenían mucho sentido para mí:

Placer: Puedes tener placeres en la vida, y la verdad es, que debes disfrutar de todos los que la vida te da. Lo que no debes hacer es volverte dependiente de ellos. Si sabes que eres dependiente de algo, debes elegir no tenerlo. De lo contrario, el día que no lo puedas tener, eso te causará sufrimiento.

Eres tu cuerpo y tu mente, nada más: Como crees que eres, como los demás te ven, son ilusiones, cosas que inventamos. Con eso entiendo que cada persona (incluido tu mismo) podrá tener una visión de cómo eres. Ninguna de ellas podrá definirte, todas van a ser parciales y algunas contradictorias. Así que, ¿porque nos preocupamos tanto con esas definiciones? ¿La vida no debería ser más sencilla que eso?

Vivir el presente: Debes ser consciente de tus elecciones y buscar hacer siempre lo mejor en el momento de la elección. Sin embargo, pensar mucho en el pasado o en el futuro, te hará no vivir el momento presente. Saber que buscamos hacer el mejor en aquél momento debería ayudarnos a no sufrir con nuestras decisiones.

No buscar la felicidad: Creo que eso va en contra a lo que siempre pensé y busqué. Pero a la vez tiene mucho sentido para mí. No digo que dejaré de tener esto en mente, creo que tenemos que identificar lo que nos hace felices y siempre que posible caminar hacia su dirección. Sin embargo, preocuparte excesivamente por encontrar la felicidad o por hacer aquello que te hará feliz, podrá sin duda traerte infelicidad y frustración.

Templo - 17 of 18
Cartel sobre la charla de Bhikkuni Aggañani
Templo - 13 of 18.jpg
Kalama Sutta, uno de los textos budistas que leí allí.

La recta final

Después de la charla me sentí aún más motivada y con muchas ganas de disfrutar al máximo mis últimos días en el templo. Y realmente conseguí cumplir con los tiempos establecidos, y lo más importante, conseguí mejorar mi concentración y la calidad de la meditación. Algunos pensamientos de cosas del pasado que me molestaban volvieron a surgir. Y en lugar de intentar controlar mi mente a todo coste, estuve atenta a lo que me decían, intenté entender porque estaban allí, los liberé y volví a centrar mi atención en la respiración. En ese momento lloré y me sentí mucho más leve.

Al final del noveno día tuvimos la ceremonia de cierre. El sentimiento de felicidad de haber llegado hasta el final, estaba mezclado con un sentimiento de nostalgia de los días vividos allí. Después de la ceremonia podíamos hablar con los demás estudiantes que también habían finalizado el curso. Fue súper interesante conocer aquellas personas que estuvieron durante todos esos días a mi lado pero que aún no conocía y romper (lo que ya me lo esperaba) con las imágenes que había creado de ellas. En un momento dado sentí la necesidad de estar sola otra vez, sin hablar, y poder terminar aquella experiencia que fue tan individual.

Al día siguiente, aunque ya no era una obligación, me desperté a las 4h de la mañana y fui a meditar. Me despedí de la pagoda, uno de los lugares más emblemáticos del templo para meditar y donde se podía oír los cánticos de los estudiantes tailandeses que estaban en una sala justo al lado. Me despedí de mi rinconcito que había elegido como mío durante mis últimos días de curso y donde pasé tantas horas. Me fui del templo feliz, emocionada y pensando que algún día quiero volver allí y revivir toda aquella paz, desconexión y tranquilidad.

Templo - 14 of 18.jpg
La pagoda del templo
Templo - 1 of 18.jpg
La entrada del templo

Después del curso…

Encontrar la tranquilad y la serenidad en el día a día, ser capaz de desconectar de los problemas y aprender a enfrentarlos de una manera más positiva, fueron los objetivos que me motivaron a seguir adelante con el curso. Ahora, después de haberlo finalizado, realmente creo que la meditación me ayudará en ese camino.

El curso no hace milagros y el aprendizaje es un proceso individual y continuo y que debe ser seguido durante toda la vida. Pero me ayudó a lidiar con las dificultades de principiante, me ha ayudó a desconectar del mundo y me dio un importante empujón para realizar un intenso número de horas de meditación haciendo con que notara una mejora al finalizarlo. Para mí eso es una importante motivación para que la meditación siga haciendo parte de mi vida.

Templo - 18 of 18
Con el monje “omnipresente” que nos enseñó las ténicas básicas de meditación y que siempre me pillaba y me echaba la bronca cuando caminaba rápido o miraba a la gente.